Mensaje - Al director general de la
FAO, Jacques Diouf, con motivo del Día Mundial de la Alimentación.
Benedicto XVI ha destacado que "ante la magnitud del drama del hambre, no basta invitar a la
reflexión, analizar los problemas y ni siquiera la disponibilidad a
intervenir (...) sino que debería ser el compromiso por
modificar conductas y decisiones que aseguren, hoy mejor que mañana, que
toda persona tenga acceso a los recursos alimentarios necesarios, y que
el sector agrícola disponga de un nivel de inversiones y recursos capaz
de dar estabilidad a la producción y, por tanto, al mercado"
Al Señor Jacques Diouf,
Director General de la F.A.O.
1. La celebración anual de la Jornada Mundial de la Alimentación, a
la vez que pretende recordar la fundación de la F.A.O. y su compromiso
en favor del desarrollo agrícola para combatir el hambre y la
malnutrición, es también una ocasión para subrayar la situación de
tantos hermanos y hermanas nuestros que carecen del pan cotidiano.
Las imágenes dolorosas de las numerosas víctimas del hambre en el
Cuerno de África han quedado grabadas en nuestros ojos, y cada día se
añade un capítulo más de la que es una de las catástrofes humanitarias
más graves de los últimos decenios. Ciertamente, ante la muerte de
comunidades enteras a causa del hambre y al abandono forzado de sus
tierras de origen, es esencial la ayuda inmediata, pero se necesita
también intervenir a medio y largo plazo para que la actividad
internacional no se limite a responder solamente a las emergencias.
La situación se ha complicado cada vez más por la difícil crisis que
afecta en el ámbito mundial a diversos sectores de la economía y que
golpea duramente sobre todo a los más necesitados, condicionando a su
vez la producción agrícola y la consiguiente posibilidad de acceso a los
alimentos. No obstante, el esfuerzo de los Gobiernos y de otros
componentes de la Comunidad internacional debe estar orientado hacia
opciones eficaces, conscientes de que la liberación del yugo del hambre
es la primera manifestación concreta del derecho a la vida que, a pesar
de haber sido proclamado solemnemente, está con frecuencia muy lejos de
cumplirse efectivamente.
2. El tema elegido para esta Jornada: «Precios de los alimentos: de la crisis a la estabilidad»,
invita a reflexionar sobre la importancia de los distintos factores que
pueden proporcionar a las personas y comunidades los recursos
esenciales, comenzando por el trabajo agrícola, que no se ha de
considerar como una actividad secundaria, sino como objetivo de toda
estrategia de crecimiento y desarrollo integral. Esto es todavía más
importante si tenemos en cuenta que la disponibilidad de alimentos está
cada vez más condicionada por la volatilidad de los precios y los
repentinos cambios climáticos. Se percibe al mismo tiempo un continuo
abandono de las áreas rurales con una disminución global de la
producción agrícola y, por tanto, de las reservas alimentarias. Además,
parece que se difunde lamentablemente por doquier la idea de que los
alimentos son una mercancía más y, por tanto, sometidos también a
movimientos especulativos.
No se puede pasar por alto que, no obstante los progresos alcanzados
hasta ahora y las esperanzas fundadas en una economía que respete cada
vez más la dignidad de cada persona, el futuro de la familia humana
tiene necesidad de un nuevo impulso para superar las fragilidades e
incertezas actuales. Aunque vivimos en una dimensión global, hay signos
evidentes de la profunda división entre los que carecen del sustento
cotidiano y los que disponen de ingentes recursos, usándolos a menudo
con fines ajenos a la alimentación, e, incluso, destruyéndolos. Se
confirma así que la globalización hace que nos sintamos más cercanos
pero no hermanos (cf. Caritas in veritate, 19). Por eso, hay
que redescubrir aquellos valores inscritos en el corazón de cada persona
y que desde siempre han inspirado su acción: el sentimiento de
compasión y de humanidad hacia los demás, el deber de la solidaridad y
el compromiso por la justicia, han de volver a ser la base de toda
actividad, incluidas las que lleva a cabo la Comunidad internacional.
3. Ante la magnitud del drama del hambre, no basta invitar a la
reflexión, analizar los problemas y ni siquiera la disponibilidad a
intervenir. Con demasiada frecuencia, estos factores quedan baldíos
porque se reducen a la esfera de las emociones, sin ser capaces de
conmover la conciencia y su búsqueda de la verdad y el bien. Son
frecuentes los intentos de justificar los comportamientos y omisiones
dictados por el egoísmo y por objetivos e intereses particulares. Por el
contrario, el propósito de esta Jornada debería ser el compromiso por
modificar conductas y decisiones que aseguren, hoy mejor que mañana, que
toda persona tenga acceso a los recursos alimentarios necesarios, y que
el sector agrícola disponga de un nivel de inversiones y recursos capaz
de dar estabilidad a la producción y, por tanto, al mercado. Es fácil
reducir cualquier consideración a la exigencia de alimentos por parte de
una población en aumento, sabiendo bien que las causas del hambre
tienen otras raíces y que han provocado muchas víctimas entre tantos
Lázaros a los que no se les permite sentarse a la mesa del rico Epulón
(cf. Pablo VI, Populorum progressio, 47).
Se trata, en definitiva, de asumir una actitud interior de
responsabilidad, capaz de inspirar un estilo de vida distinto, con la
sobriedad necesaria en el comportamiento y el consumo, para favorecer
así el bien de la sociedad. Y que valga también para las generaciones
futuras, por su sostenibilidad, tutela de los bienes de la creación,
distribución de los recursos y, sobre todo, el compromiso concreto por
el desarrollo de pueblos y naciones enteras. Por su parte, los
beneficiarios de la cooperación internacional están llamados a utilizar
responsablemente cualquier aportación solidaria «en infraestructuras
rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados,
formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de
utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y
socio-económicos, que se puedan obtener prefe-riblemente en el propio
lugar» (Caritas in veritate, 27).
4. Todo esto se podrá realizar si las Instituciones internacionales
garantizan también su servicio con imparcialidad y eficacia, pero
respetando plenamente las convicciones más profundas del alma humana y
las aspiraciones de toda persona. En esta perspectiva, la F.A.O. puede
contribuir a garantizar una alimentación adecuada para todos, a reforzar
los métodos de cultivo y comercialización y a proteger los derechos
fundamentales de los que trabajan la tierra, sin olvidar nunca los
valores más auténticos que se custodian en el mundo rural y en los que
viven en él.
La Iglesia católica se siente cercana a las Instituciones que se
comprometen a garantizar la alimentación. Ella, a través de sus
estructuras y agencias de desarrollo, seguirá acompañándolas activamente
en este esfuerzo para que cada pueblo y comunidad disponga de la
seguridad alimentaria necesaria, que ningún compromiso o negociación,
por muy acreditado que sea, podrá asegurar sin una solidaridad real y
una fraternidad auténtica.
«Lograr esta meta es tan importante que exige tomarla en
consideración para comprenderla a fondo y movilizarse concretamente con
el "corazón", con el fin de hacer cambiar los procesos económicos y
sociales actuales hacia metas plenamente humanas» (Caritas in veritate, 20).
Con estos sentimientos, le deseo, Señor Director General, continuar
en el compromiso en favor de los más menesterosos que ha caracterizado
estos años de responsabilidad y dedicación, a la vez que invoco sobre la
F.A.O., sobre cada uno de los Estados miembros y sobre todo su
personal, abundantes bendiciones del Omnipotente.
BENEDICTUS PP. XVI
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