Texto Bíblico
12 A continuación, el Espíritu lo empujó al desierto.
13 Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían. 14 Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; 15 decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
12 A continuación, el Espíritu lo empujó al desierto.
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¿Qué puede enseñarnos este episodio? Como leemos en el libro de la Imitación de Cristo, "el hombre nunca está totalmente libre de la tentación, mientras viva... pero con la paciencia y con la verdadera humildad nos haremos más fuertes que cualquier enemigo." (Liber I, c. XIII , Ciudad del Vaticano 1982, 37); la paciencia y la humildad para seguir todos los días al Señor, aprendiendo a construir nuestra vida no fuera de él o como si no existiera, sino en Él y con Él, porque es la fuente de la vida verdadera. La tentación de quitar a Dios, de poner orden solos en sí mismos y en el mundo, contando solo con las propias capacidades, ha estado siempre presente en la historia del hombre.
Jesús proclama que "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca" (Mc 1,15), anuncia que en él sucede algo nuevo: Dios habla al hombre de una manera inesperada, con una cercanía única, concreta, llena de amor; Dios se encarna y entra en el mundo del hombre a tomar sobre sí el pecado, para vencer el mal y traer a la persona al mundo de Dios. Pero este anuncio está acompañado de la obligación de corresponder por un regalo así de grande. De hecho, Jesús añade: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15); es una invitación a tener fe en Dios y a adecuar cada día de nuestras vidas a su voluntad, dirigiendo todas nuestras acciones y pensamientos hacia el bien. El tiempo de Cuaresma es el momento preciso para renovar y mejorar nuestra relación con Dios mediante la oración diaria, los actos de penitencia, las obras de caridad fraterna.
I Domingo de Cuaresma (Ciclo B): Los ángeles servían a Jesús (Ángelus, 1 de marzo de 2009)
Hoy es el primer domingo de Cuaresma, y el Evangelio, con el estilo sobrio y conciso de san Marcos, nos introduce en el clima de este tiempo litúrgico: "El Espíritu impulsó a Jesús al desierto y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás" (Mc 1, 12-13). En Tierra Santa, al oeste del río Jordán y del oasis de Jericó, se encuentra el desierto de Judea, que, por valles pedregosos, superando un desnivel de cerca de mil metros, sube hasta Jerusalén. Después de recibir el bautismo de Juan, Jesús se adentró en aquella soledad conducido por el mismo Espíritu Santo que se había posado sobre él consagrándolo y revelándolo como Hijo de Dios.
En el desierto, lugar de la prueba, como muestra la experiencia del pueblo de Israel, aparece con intenso dramatismo la realidad de la kénosis, del vaciamiento de Cristo, que se despojó de la forma de Dios (cf. Flp 2, 6-7). Él, que no ha pecado y no puede pecar, se somete a la prueba y por eso puede compadecerse de nuestras flaquezas (cf. Hb 4, 15). Se deja tentar por Satanás, el adversario, que desde el principio se opuso al designio salvífico de Dios en favor de los hombres.
Casi de pasada, en la brevedad del relato, ante esta figura oscura y tenebrosa que tiene la osadía de tentar al Señor, aparecen los ángeles, figuras luminosas y misteriosas. Los ángeles, dice el evangelio, "servían" a Jesús (Mc 1, 13); son el contrapunto de Satanás. "Ángel" quiere decir "enviado". En todo el Antiguo Testamento encontramos estas figuras que, en nombre de Dios, ayudan y guían a los hombres. Basta recordar el libro de Tobías, en el que aparece la figura del ángel Rafael, que ayuda al protagonista en numerosas vicisitudes. La presencia tranquilizadora del ángel del Señor acompaña al pueblo de Israel en todas las circunstancias, tanto en las buenas como en las malas.
En el umbral del Nuevo Testamento, Gabriel es enviado a anunciar a Zacarías y a María los acontecimientos felices que constituyen el inicio de nuestra salvación; y un ángel, cuyo nombre no se dice, advierte a José, orientándolo en aquel momento de incertidumbre. Un coro de ángeles lleva a los pastores la buena nueva del nacimiento del Salvador; y, del mismo modo, son también los ángeles quienes anuncian a las mujeres la feliz noticia de su resurrección. Al final de los tiempos, los ángeles acompañarán a Jesús en su venida en la gloria (cf. Mt 25, 31). Los ángeles sirven a Jesús, que es ciertamente superior a ellos, y su dignidad se proclama aquí, en el evangelio, de modo claro aunque discreto. En efecto, incluso en la situación de extrema pobreza y humildad, cuando es tentado por Satanás, sigue siendo el Hijo de Dios, el Mesías, el Señor.
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