Hubo un período —que aún no se ha superado del todo— en el que se rechazaba el cristianismo precisamente a causa de la cruz. La cruz habla de sacrificio —se decía—; la cruz es signo de negación de la vida. En cambio, nosotros queremos la vida entera, sin restricciones y sin renuncias. Queremos vivir, sólo vivir. No nos dejamos limitar por mandamientos y prohibiciones; queremos riqueza y plenitud; así se decía y se sigue diciendo todavía.
Todo esto parece convincente y atractivo; es el lenguaje de la serpiente, que nos dice: "¡No tengáis miedo! ¡Comed tranquilamente de todos los árboles del jardín!". Sin embargo, el domingo de Ramos nos dice que el auténtico gran "sí" es precisamente la cruz; que precisamente la cruz es el verdadero árbol de la vida. No hallamos la vida apropiándonos de ella, sino donándola. El amor es entregarse a sí mismo, y por eso es el camino de la verdadera vida, simbolizada por la cruz.
Fuente: https://arraigadosyedificados.blogspot.com/2023/03/domingo-de-ramos-ciclo-b-homilia-9-de.html
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