Benedicto XVI vuelve a repetir el mensaje de este Viaje Apostólico: "dónde está a Dios, allí hay futuro". Destaca la figura de varios santos que han influido directamente en Erfurt: Santa Isabel de Hungría, San Bonifacio y San Kilian. Estos santos tienen en común que "nos muestran que es posible y bueno vivir de manera radical la relación
con Dios, poner a Dios en primer lugar y no como una realidad más entre
otras". Ahora bien, esto santos no actuaban solos, en su propio nombre ya que "la fe es siempre, y esencialmente, un creer junto con otros" y "este "con", sin el cual no es posible una fe personal, es
la Iglesia".
Hay muchas personas que han influido en la sociedad pero también "los santos, aunque sólo sean pocos, también
cambian el mundo". Por lo tanto al igual que ellos "no queremos escondernos en una fe
solamente privada, sino que queremos usar de manera responsable la
libertad lograda". Y siguiendo el ejemplo de los santos "queremos salir como cristianos al encuentro de
nuestros conciudadanos, e invitarlos a descubrir con nosotros la
plenitud de la Buena Nueva".
Queridos hermanos y hermanas:
"Alabad al Señor en todo tiempo, porque es bueno". Así acabamos de
cantar antes del Evangelio. Sí, tenemos verdaderamente motivos para dar
gracias a Dios de todo corazón. Si en esta ciudad volviéramos atrás con
el pensamiento a 1981, el año jubilar de Santa Isabel, hace treinta
años, en tiempos de la República Democrática Alemana, ¿quién habría
imaginado que el muro y las alambradas de las fronteras habrían caído
pocos años después? Y si fuéramos todavía más atrás, cerca de setenta
años, hasta 1941, en tiempos del nacionalsocialismo, ¿quién habría
podido predecir que el denominado "Reich milenario" quedaría reducido a cenizas cuatro años después?
Queridos hermanos y hermanas, aquí en Turingia, y en la entonces
República Democrática Alemana, tuvisteis que soportar una dictadura
"oscura" [nacista] y una roja [comunista], que para la fe cristiana
fueron como una lluvia ácida. Muchas consecuencias tardías de ese tiempo
han de ser aún asimiladas, sobre todo en el ámbito intelectual y
religioso. Actualmente, la mayoría de la gente en esta tierra vive
lejana de la fe en Cristo y de la comunión de la Iglesia. Los últimos
dos decenios, sin embargo, presentan también experiencias positivas: un
horizonte más amplio, un cambio más allá de las fronteras, una confiada
certeza de que Dios no nos abandona y nos conduce por nuevos caminos.
"Donde está Dios, allí hay futuro".
Todos estamos convencidos de que la nueva libertad ha ayudado a
conferir a la vida de los hombres una mejor dignidad y a abrir múltiples
y nuevas posibilidades. Desde el punto de vista de la Iglesia, podemos
subrayar también con agradecimiento muchos beneficios: nuevas
posibilidades para las actividades parroquiales, la reestructuración y
ampliación de iglesias y centros parroquiales, iniciativas diocesanas de
carácter pastoral y cultural. Pero estas posibilidades, ¿nos han
llevado también a un incremento de la fe? ¿No es necesario, tal vez,
buscar las raíces profundas de la fe y de la vida cristiana en algo más
que en la libertad social? Muchos católicos convencidos han permanecido
fieles a Cristo y a la Iglesia en la difícil situación de una opresión
exterior. Han aceptado desventajas personales por vivir su propia fe.
Ahora, quisiera dar las gracias a los sacerdotes, así como a sus
colaboradores y colaboradoras de aquellos tiempos. En particular,
quisiera recordar la pastoral de los refugiados inmediatamente después
de la Segunda Guerra Mundial: entonces, muchos eclesiásticos y laicos
llevaron a cabo grandes iniciativas para aliviar la penosa situación de
los prófugos y darles una nueva Patria. Y, cómo no, un agradecimiento
sincero a los padres que, en medio de la diáspora y en un ambiente
político hostil a la Iglesia, educaron a sus hijos en la fe católica.
Por ejemplo, merecen ser recordadas las Semanas Religiosas para los
niños durante las vacaciones, así como también el trabajo fructuoso de
las casas para la juventud católica "San Sebastián", en Erfurt, y
"Marcel Callo", en Heiligenstadt. Especialmente en Eichsfeld, muchos
católicos resistieron a la ideología comunista. Que Dios les recompense
abundantemente la perseverancia en la fe. El testimonio valiente y la
confianza paciente en la providencia de Dios son como una semilla
valiosa que promete un fruto abundante para el futuro.
La presencia de Dios se manifiesta, de modo particularmente claro, en
sus santos. Su testimonio de fe puede darnos también hoy la fuerza para
un nuevo despertar. Pensamos ahora, sobre todo, en los santos Patronos
de la Diócesis de Erfurt: Isabel de Turingia, Bonifacio y Kilian. Isabel
vino de un país extranjero, de Hungría, a Wartburg en Turingia. Llevó
una vida intensa de oración, unida a la penitencia y a la pobreza
evangélica. Bajaba asiduamente de su castillo, en la ciudad de Eisenach,
para cuidar allí personalmente de los pobres y enfermos. Su vida en
esta tierra duró poco: vivió solamente veinticuatro años, pero el fruto
de su santidad fue inmenso. Santa Isabel es muy estimada también por los
cristianos evangélicos; puede ayudarnos a todos nosotros a descubrir la
plenitud de la fe recibida y a ponerla en práctica en nuestra vida
cotidiana.
A las raíces cristianas de nuestro país, se vincula también la
fundación de la Diócesis de Erfurt por san Bonifacio, en el año 742.
Este evento constituye, al mismo tiempo, la primera mención documentada
de la ciudad de Erfurt. El Obispo misionero había llegado de Inglaterra y
trabajó en estrecha unión con el Sucesor de san Pedro. Lo veneramos
como "Apóstol de Alemania"; murió mártir. Dos de sus compañeros, que
compartieron con él el testimonio del derramamiento de la sangre por la
fe cristiana, están enterrados aquí, en la Catedral de Erfurt: son los
santos Eoban y Adelar.
Antes de los misioneros anglosajones, trabajó en Turingia san Kilian,
un misionero itinerante venido de Irlanda. Junto con dos compañeros
murió mártir en Würzburg, porque criticaba el comportamiento moralmente
equivocado del duque de Turingia, residente allí. Aquí en la plaza de la
Catedral no podemos olvidar a san Severo, el patrón de Severikirche.
En el siglo cuarto, fue Obispo de Rávena; en el año 836, su cuerpo fue
trasladado a Erfurt, para arraigar más profundamente la fe cristiana en
esta región.
¿Qué es lo que estos santos tienen en común? ¿Cómo podemos describir y
hacer fecunda para nosotros su particular forma de vida? Sí, los santos
nos muestran que es posible y bueno vivir de manera radical la relación
con Dios, poner a Dios en primer lugar y no como una realidad más entre
otras. Los santos nos muestran de manera evidente el hecho de que Dios
ha tomado la iniciativa de dirigirse a nosotros; en Jesucristo se ha
manifestado y se nos manifiesta. Cristo sale a nuestro encuentro, habla a
cada uno y lo invita a seguirlo. Los santos han tomado en serio esta
posibilidad, decirlo por así, en el continuo diálogo de la oración, han
tendido a Él desde lo más recóndito de su ser, y de Él recibieron la luz
que les abrió a la vida verdadera.
La fe es siempre, y esencialmente, un creer junto con otros. El hecho
de poder creer lo debo sobre todo a Dios que se dirige a mí y, por
decirlo así, "enciende" mi fe. Pero, más concretamente, debo mi fe
también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y
creen conmigo. Este "con", sin el cual no es posible una fe personal, es
la Iglesia. Y esta Iglesia franquea las fronteras de los países como lo
demuestran las nacionalidades de los santos que he mencionado
anteriormente: Hungría, Inglaterra, Irlanda e Italia. En este sentido,
se resalta lo importante que es el intercambio espiritual que se
extiende a través de toda la Iglesia universal. Si nos abrimos a toda
fe, en la historia entera y en los testimonios de toda la Iglesia,
entonces la fe católica tiene futuro también como fuerza pública en
Alemania. Al mismo tiempo, las figuras de los santos que he recordado
nos muestran la gran fecundidad de una vida santa, de ese amor radical
por Dios y por el prójimo. Los santos, aunque sólo sean pocos, también
cambian el mundo.
De esta manera, los cambios políticos del año 1989 en vuestro país no
fueron motivados sólo por el deseo de bienestar y de libertad de
movimiento, sino, decisivamente, también por el anhelo de veracidad.
Este anhelo se mantuvo vivo, entre otras cosas, por personas totalmente
dedicadas al servicio de Dios y del prójimo y dispuestas a sacrificar su
propia vida. Ellos y los santos antes recordados nos animan a
aprovechar la nueva situación. No queremos escondernos en una fe
solamente privada, sino que queremos usar de manera responsable la
libertad lograda. Como los santos Kilian, Bonifacio, Adelar, Eoban e
Isabel di Turingia, queremos salir como cristianos al encuentro de
nuestros conciudadanos, e invitarlos a descubrir con nosotros la
plenitud de la Buena Nueva. Entonces seremos semejantes a la famosa
campana de la Catedral de Erfurt, que lleva el nombre de "Gloriosa". Se
considera la campana medieval más grande del mundo que oscila
libremente. Es un signo vivo de nuestro profundo enraizamiento en la
tradición cristiana, pero también una señal para ponernos en camino y
empeñarnos en la misión. Sonará hoy al final de esta Misa solemne. Que
nos aliente a hacer visible y audible, según el ejemplo de los santos,
el testimonio de Cristo en el mundo en que vivimos. Amén.
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