Observando la imagen de Nuestra Señora de Etzelsbach, Benedicto XVI reflexiona sobre la devoción mariana que "se concentra en la contemplación de la relación
entre la Madre y su divino Hijo". Desde el momento que Jesús nos dio a María como Madre Nuestra: "intercede
por nosotros ante su Hijo y nos comunica la fuerza del amor divino". Pero nos podemos preguntar: ¿qué quiere decirnos verdaderamente María
cuando nos salva del peligro? Quiere ayudarnos a comprender la amplitud y
profundidad de nuestra vocación cristiana. Gracias a Ella que nos lleva a Cristo se puede decir que "donde está Dios, allí hay futuro".
Queridos hermanos y hermanas:
Ahora que se cumple mi deseo de visitar Eichsfeld y de dar gracias
con vosotros a la Virgen María en Etzelsbach. "Aquí en el querido valle
tranquilo" –como dice un canto de los peregrinos- y "bajo los viejos
tilos", María nos da seguridad y nuevas fuerzas. En dos dictaduras
impías que han tratado de arrancar a los hombres su fe tradicional, las
gentes de Eichsfeld estaba convencida de encontrar aquí, en el santuario
de Etzelsbach, una puerta abierta y un lugar de paz interior. Queremos
continuar la amistad especial con María, amistad que se ha acrecentado
con todo esto, y ahora también en la celebración de las Vísperas
marianas de hoy.
Cuando los cristianos se dirigen a María en todos los tiempos y
lugares, se dejan guiar por la certeza espontánea de que Jesús no puede
rechazar las peticiones que le presenta su Madre; y se apoyan en la
confianza inquebrantable de que María es también Madre nuestra;
una Madre que ha experimentado el sufrimiento más grande de todos, que
se da cuenta de todas nuestras dificultades y piensa en modo materno
cómo superarlas. Cuántas personas han ido en el transcurso de los siglos
en peregrinación a María para encontrar ante la imagen de la Dolorosa,
como aquí en Etzelsbach, consuelo y alivio.
Nuestra Señora de Etzelsbach |
Una particularidad de la imagen milagrosa de Etzelsbach es la
posición del Crucificado. En la mayor parte de las representaciones de
la Piedad, el cuerpo sin vida de Jesús yace con la cabeza vuelta hacia
la izquierda. De esta forma, el que lo contempla puede ver su herida del
costado. Aquí en Etzelsbach, en cambio, la herida del costado está
escondida, ya que el cadáver está orientado hacia el otro lado. Creo que
dicha representación encierra un profundo significado, que se revela
solamente en una atenta contemplación: en la imagen milagrosa de
Etzelbach, los corazones de Jesús y de su Madre se dirigen uno al otro,
se acercan el uno al otro. Se intercambian recíprocamente su amor.
Sabemos que el corazón es también el órgano de la sensibilidad más
delicada para el otro, así como el órgano de la íntima compasión. En el
corazón de María encuentra cabida el amor que su divino Hijo quiere
ofrecer al mundo.
La devoción mariana se concentra en la contemplación de la relación
entre la Madre y su divino Hijo. Los fieles han encontrado siempre
nuevos aspectos y títulos que nos pueden esclarecer este misterio como,
por ejemplo, la imagen del Corazón Inmaculado de María, símbolo de la
unidad profunda y sin reserva con Cristo en el amor. No es la
autorrealización la que lleva a la persona a su verdadero desarrollo,
aspecto que hoy es propuesto como modelo de la vida moderna, pero que
fácilmente puede convertirse en una forma de egoísmo refinado. Es, sobre
todo, la actitud del don de si mismo, que se orienta hacia el corazón
de María y con ello hacia el corazón del Redentor.
"A los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio" (Rom 8,
28), lo acabamos de escuchar en la lectura. En María, Dios ha hecho
confluir todo el bien y, por medio de Ella, no cesa de difundirlo
ulteriormente en el mundo. Desde la Cruz, desde el trono de la gracia y
la redención, Jesús ha entregado a los hombres como Madre a María, su
propia Madre. En el momento de su sacrificio por la humanidad, Él
constituye en cierto modo a María, mediadora del flujo de gracia que
brota de la Cruz. Bajo la Cruz, María se hace compañera y protectora de
los hombres en el camino de su vida. "Con su amor de Madre cuida de los
hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y viven entre angustias y
peligros hasta que lleguen a la patria feliz (Lumen gentium, 62).
Sí, en la vida pasamos por vicisitudes alternas, pero María intercede
por nosotros ante su Hijo y nos comunica la fuerza del amor divino.
Nuestra confianza en la intercesión eficaz de la Madre de Dios y
nuestra gratitud por la ayuda continuamente experimentada llevan consigo
de algún modo el impulso a dirigir la reflexión más allá de las
necesidades del momento. ¿Qué quiere decirnos verdaderamente María
cuando nos salva del peligro? Quiere ayudarnos a comprender la amplitud y
profundidad de nuestra vocación cristiana. Con maternal delicadeza,
quiere hacernos comprender que toda nuestra vida debe ser una respuesta
al amor rico en misericordia de nuestro Dios. Como si nos dijera:
entiende que Dios, que es la fuente de todo bien y no quiere otra cosa
que tu verdadera felicidad, tiene el derecho de exigirte una vida que se
abandone sin reservas y con alegría a su voluntad, y se esfuerce en que
los otros hagan lo mismo. "Donde está Dios, allí hay futuro". En
efecto: donde dejamos que el amor de Dios actúe totalmente sobre la
vida, allí se abre el cielo. Allí, es posible plasmar el presente, de
modo que se ajuste cada vez más a la Buena Noticia de nuestro Señor
Jesucristo. Allí, las pequeñas cosas de la vida cotidiana alcanzan su
sentido y los grandes problemas encuentran su solución. Amén.
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