Benedicto XVI aprovechó este aniversario para escribir una carta al Padre Notker Wolf. San Anselmo es un santo verdaderamente europeo. Siempre deseaba ser un monje benedictino. Es un teólogo que reza e investiga teología mientras ora. Destacan sus obras: Cur Deus homo y Proslogion.
Al Reverendísimo Padre Notker Wolf,
Abad Primado de los Benedictinos Confederados
Ha llegado el noveno centenario de la muerte de San Anselmo, a quien deseamos conmemorar y honrar de manera adecuada. El santo se considera verdaderamente europeo, nacido en el norte de Italia en el año 1033, quien se convirtió en monje benedictino en la Abadía de Bec en Normandía en el año 1060, y finalmente partió de este mundo como Arzobispo de Canterbury en Inglaterra en 1109. Recordando su memoria con un espíritu devoto, deseamos elevar e iluminar el tesoro de su sabiduría, para que las personas que viven ahora, especialmente los europeos, puedan acercarse a él para tomar su sólida y abundante enseñanza.
Aunque fue Arzobispo, deseaba por encima de todas las cosas ser un monje benedictino, consciente directamente de la importancia y el peso de la vida monástica. Dedicando su Epístola sobre la Encarnación de la Palabra al Papa Urbano II, "se le llama Hermano Anselmo, por vida un pecador, por hábito un monje, ya sea al mando o encomendado a Dios, llamado Obispo de la sede metropolitana de Canterbury" (En S. Anselmi, Opera omnia, II, ed. F. S. Schmitt, Roma 1940, p. 3). A cierto joven monje le escribió: "Te animo y aconsejo que tu mente siempre se esfuerce por alcanzar cosas mejores. Y si buscas consejo sobre cómo puedes hacer esto, ama sobre todas las cosas la vida monástica" (Ep. 232, ed. Schmitt, l. c., IV, Edimburgo 1949, p. 138). Su Prologus Orationum sive Meditationum, que escribió para estimular la disposición de la lectura por amor o temor de Dios, o para la discusión del mismo, muestra cuánto de la comprensión de la Lectio divina como práctica vivida. Anselmo comprendió que es el eje de la vida benedictina sobre la que recuerda: "No deben leerse las meditaciones en la conmoción, sino en la tranquilidad, y no con prisa y rapidez, sino poco a poco con meditación atenta y lenta" (Orationes sive Meditationes, Prol., ed. Schmitt, l. c., iii, Edimburgo 1946, p. 3). Las palabras de San Benito acerca de la vida monástica, que se dirige hacia la búsqueda de Dios (si revera Deum quaerit) y del amor mismo de Cristo, a quien no se debe poner nada por encima (nihil amori Christi praeponere), son las palabras principales, en efecto, que lo conducen a investigar la teología (cf. la Regla de San Benito, c. 58, 7)
El sistema de su obra teológica, por lo tanto, se distingue de la vida benedictina, que vivió tanto en Bec como en Canterbury. Debido a que está ansioso por comprender más profundamente los misterios de la fe, en sus escritos no hay separación entre el aprendizaje y la devoción, la teología y el misterio. San Anselmo, como teólogo, reza e investiga sobre teología mientras ora. Su gran obra, titulada Proslogion, al igual que las Confesiones de San Agustín, es a la vez una oración y el deseo de contemplar el rostro de Dios. Él confía mucho en la comprensión humana como don de Dios. Al dedicar su obra Cur Deus Homo al Papa Urbano II, defiende claramente el deber de la razón, y más aún, el papel de la razón en la investigación más profunda de la fe para contemplar la belleza de la verdad: cuando (la página sagrada) dice: "si no crees, no comprenderás", nos indica claramente la intención de esforzarnos por entender y nos instruye en cómo debemos avanzar hacia ello. Por último, porque entiendo que el intelecto, que comprendemos en esta vida, es el medio entre la fe y la visión: cuanto más se avanza hacia él, más juzgo que uno se acerca a la visión a la que todos aspiramos.
La enseñanza de este destacado maestro que se mantiene ante los ojos, el Colegio de San Anselmo en Roma, fundado por el Papa León XIII como un Instituto académico internacional, destinado a educar a jóvenes benedictinos de todo el mundo, se esfuerza por preservar y transmitir esos principios especiales que, según la mente del mismo santo patrón, pertenecen a la vida monástica y al trabajo intelectual. Pero en la actualidad, el Ateneo Pontificio de San Anselmo, aunque conserva el carácter benedictino, está abierto no solo a los monjes, sino también a las monjas y hermanas, a los estudiantes del clero secular y laicos. Incluso los estudiantes no católicos suelen acudir allí para recibir instrucción. Por lo tanto, este Colegio se ha convertido verdaderamente en un Instituto académico internacional. Allí se imparte educación filosófica, teológica y litúrgica, que une la fe y la comprensión intelectual de la misma fe, tal como lo hizo San Anselmo en su época.
Este santo maestro concluye su Proslogion con aquel famoso capítulo que trata sobre la plenitud de la alegría: "Ruego, oh Dios, que te conozca, te ame y me regocije en ti. Y si en esta vida no puedo hacerlo en plenitud, al menos avanza día a día hasta alcanzarla. Que tu conocimiento avance aquí en mí y allí se haga pleno; que tu amor crezca y allí se haga pleno; para que mi alegría aquí sea grande en la esperanza y allí sea plena en la realidad" (Prosl. 16, ed. Schmitt, l. c., I, Seckau 1938, p. 121).
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