San Corbiniano

Palabras sobre san Corbiniano en la santa misa y rito de dedicación de una nueva parroquia romana dedicada a este santo (20-III-2011). Un santo al que Benedicto XVI le tenía un especial cariño. 


San Corbiniano es el fundador de la diócesis de Freising, en Baviera, de la que fui obispo durante cuatro años. En mi escudo episcopal quise incluir un elemento íntimamente vinculado a la historia de este santo: el oso. Un oso —así se narra— había devorado el caballo de Corbiniano, quien se dirigía a Roma. Él se lo reprochó duramente, logró amansarlo y le cargó sobre el lomo su equipaje, que hasta ese momento había llevado el caballo. El oso transportó esa carga hasta Roma y sólo aquí el santo lo dejó libre de irse.



Tal vez aquí debo decir dos palabras sobre la vida de san Corbiniano. San Corbiniano era francés, sacerdote de la zona de París, y había fundado un monasterio en las inmediaciones de París. Era muy apreciado como consejero espiritual, pero más bien buscaba la contemplación; por eso vino a Roma para fundar aquí un monasterio cerca de las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. Con todo, el Papa Gregorio II —estamos alrededor del año 720— apreciaba sus cualidades, había comprendido sus cualidades, y lo ordenó obispo, encargándole que fuera a Baviera para anunciar el Evangelio en esa tierra. Baviera: el Papa pensaba en el país situado entre el Danubio y los Alpes, que durante quinientos años había sido la provincia romana de la Raetia; sólo a finales del siglo V la población latina había regresado en gran parte a Italia. Allí habían quedado pocos, la gente sencilla; la tierra estaba poco habitada y había entrado allí un pueblo nuevo, el pueblo bávaro, que había encontrado una herencia cristiana porque el país había sido cristianizado durante la época romana. La gente bávara había comprendido inmediatamente que esta era la verdadera religión y quería hacerse cristiana, pero faltaba gente culta, faltaban sacerdotes para anunciar el Evangelio. Así el cristianismo había permanecido muy fragmentario, incipiente. El Papa conocía esta situación, conocía la sed de fe que había en aquel país; por eso encargó a san Corbiniano que se dirigiera allí para anunciar el Evangelio. 

Y en Freising, en la ciudad del duque, en una colina, el santo creó la catedral —ya había encontrado un santuario de la Virgen—, y allí permaneció durante más de mil años la sede del obispo. Sólo después del tiempo napoleónico se trasladó treinta kilómetros más al sur, a Munich. Aún se llama diócesis de Munich y Freising, y la majestuosa catedral románica de Freising sigue siendo el corazón de la diócesis. 

Así vemos cómo los santos promueven la unidad y la universalidad de la Iglesia. La universalidad: san Corbiniano une Francia, Alemania y Roma. La unidad: san Corbiniano nos dice que la Iglesia está fundada sobre Pedro y nos garantiza también la perennidad de la Iglesia construida sobre roca, que hace mil años era la misma Iglesia de hoy, porque el Señor es siempre el mismo. Él es siempre la Verdad, siempre antigua y siempre nueva, actualísima, presente, y es la clave para el futuro.

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