Domingo de Ramos

Textos de Benedicto XVI relacionados con el Domingo de Ramos:




Ciclo A

Evangelio de la entrada triunfal en Jerusalén: Mt 21, 1-11

  • Is 50, 4-7: No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
  • Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
  • Flp 2, 6-11: Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo
  • Mt 26, 14—27, 66: Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Homilías

Ciclo B

  • Is 50, 4-7: No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
  • Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
  • Flp 2, 6-11: Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo
  • Mc 14, 1—15, 47: Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Homilías

Ciclo C

Evangelio de la entrada triunfal en Jerusalén: Lc 19,28-40

  • Is 50, 4-7: No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
  • Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
  • Flp 2, 6-11: Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo
  • Lc 22, 14—23, 56: Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Homilías

El domingo de Ramos

La procesión

En la procesión del domingo de Ramos nos unimos a la multitud de los discípulos que, con gran alegría, acompañan al Señor en su entrada en Jerusalén. Como ellos, alabamos al Señor aclamándolo por todos los prodigios que hemos visto (...) La procesión es, ante todo, un testimonio gozoso que damos de Jesucristo, en el que se nos ha hecho visible el rostro de Dios y gracias al cual el corazón de Dios se nos ha abierto a todos. (...)

En ella la liturgia prevé como canto el Salmo 24, que también en Israel era un canto procesional usado durante la subida al monte del templo (...) termina con una liturgia de entrada ante el pórtico del templo: "¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria". En la antigua liturgia del domingo de Ramos, el sacerdote, al llegar ante el templo, llamaba fuertemente con el asta de la cruz de la procesión al portón aún cerrado, que a continuación se abría. Era una hermosa imagen para ilustrar el misterio de Jesucristo mismo que, con el madero de su cruz, con la fuerza de su amor que se entrega, ha llamado desde el lado del mundo a la puerta de Dios; desde el lado de un mundo que no lograba encontrar el acceso a Dios.


los ramos de olivo, signo de la paz mesiánica, y los ramos de palma, signo del martirio, don de la vida a Dios y a los hermanos, con los que ahora aclamaremos a Jesús como Mesías, testimonian nuestra adhesión firme al misterio pascual que celebramos.

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