Discurso - Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto internacional "Card. Bernardin Gantin" de Cotonú (18 de noviembre de 2011). Viaje Apostólico a Benin ( 18-20 noviembre de 2011)
Benedicto XVI llega Benin |
Benedicto XVI comienza una nueva andadura en África. Esta vez en Benin, uno de los países más pobres del mundo.
Aprovecha el primer discurso para explicar el triple motivo de su viaje: invitación del país, entrega de la Exhortación Apostólica postsinodal Africae Munus y rezar ante los restos del Cardenal Gantin, gran amigo suyo.
El Santo Padre comenta que quiere encontrarse con los responsables de Benin para "animarlos a contribuir con su sabiduría y comprensión de las
costumbres a la delicada transición que se está produciendo actualmente de la
tradición a la modernidad". Y para ello, "la Iglesia, por su parte, ofrece su contribución específica".
Señor Presidente de la República,
Señores Cardenales,
Señor Presidente de la Conferencia Episcopal de Benín,
Autoridades civiles, eclesiásticas y religiosas,
Señores Cardenales,
Señor Presidente de la Conferencia Episcopal de Benín,
Autoridades civiles, eclesiásticas y religiosas,
Queridos amigos
Le agradezco, Señor Presidente, sus cálidas palabras de bienvenida.
Usted sabe el afecto que siento por su continente y su país. Quería volver a
África, y son tres los motivos que me han inducido a emprender este viaje
apostólico. En primer lugar, Señor Presidente, su amable invitación a visitar el
país. Una iniciativa que ha ido a la par con la de la Conferencia Episcopal de
Benín. Son iniciativas felices, pues se enmarcan en el año en que Benín celebra
el 40 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas con la Santa
Sede y el 150 aniversario de su evangelización. Al estar entre ustedes, tendré
ocasión de participar en numerosos encuentros. Me alegro por ello. Todos serán
diferentes y culminarán en la Eucaristía que celebraré antes de despedirme.
También se cumple mi deseo de entregar en suelo africano la Exhortación
apostólica postsinodal Africae munus. Sus reflexiones guiarán la acción
pastoral de numerosas comunidades cristianas en los próximos años. Este
documento podrá germinar, crecer y dar fruto, produciendo «el ciento o sesenta o
treinta por uno», como dice el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo (Mt 13,23).
Hay, en fin, un tercer motivo más personal o de sentimiento. Siempre he
tenido en alta estima a un hijo de este país, el cardenal Bernardin Gantin. Los
dos hemos trabajado durante muchos años, cada uno según sus propias
competencias, al servicio de la misma viña. Hemos ayudado lo mejor posible a mi
Predecesor, el beato Juan Pablo II, a ejercer su ministerio petrino. Tuvimos
ocasión de encontrarnos muchas veces, de conversar en profundidad y de orar
juntos. El cardenal Gantin se había ganado el respeto y el afecto de muchos. Por
eso me ha parecido justo venir a su país natal, para rezar ante su tumba y para
agradecer a Benín el haber dado a la Iglesia a este hijo eminente.
Benín es un país de antiguas y nobles tradiciones. Su historia es
reconocida. Quisiera aprovechar esta oportunidad para saludar a los jefes
tradicionales. Su contribución es importante para construir el futuro de este
país. Quiero animarlos a contribuir con su sabiduría y comprensión de las
costumbres a la delicada transición que se está produciendo actualmente de la
tradición a la modernidad.
No se ha de temer a la modernidad, pero tampoco se puede construir
olvidando el pasado. Debe ir acompañada de la prudencia para el bien de todos,
evitando los escollos que hay en África, lo mismo que en otras partes, como la
sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o las finanzas, el nacionalismo
o tribalismo exacerbado y estéril, que puede llegar a ser funesto, la
politización extrema de las tensiones interreligiosas en detrimento del bien
común o, finalmente, la erosión de los valores humanos, culturales, éticos y
religiosos. La transición a la modernidad debe estar guiada por criterios
seguros basados en las virtudes reconocidas, como las citadas en vuestro lema
nacional, pero también aquellas enraizadas en la dignidad, la grandeza de la
familia y el respeto de la vida. Todos estos valores son para el bien común, el
único que debe primar, y el único que debe ser la mayor preocupación de todo
sujeto responsable. Dios confía en el hombre y desea su bien. Nos atañe a
nosotros corresponder con una honestidad y justicia que esté a la altura de su
confianza.
La Iglesia, por su parte, ofrece su contribución específica. Con su
presencia, su oración y sus diversas obras de misericordia, especialmente en el
campo de la educación y la sanidad, desea dar lo mejor que tiene. Desea
mostrarse cercana de quien está en necesidad, de quien busca a Dios. Quiere
hacer comprender que Dios no está ausente, ni es inútil, como se trata de hacer
creer, sino que es amigo del hombre. Señor Presidente, vengo a vuestro país con
este espíritu de amistad y hermandad.
acɛ mawu tɔn ni kɔn do benin to ɔ bi ji [Dios bendiga a
Benín]
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