Benedicto XVI destaca la importancia de que todos los ciudadanos, independientemente de su religión, respecten la Ley Fundamental de Alemania donde "en el terreno común se halló en el
reconocimiento de algunos derechos inalienables, propios de la
naturaleza humana y que preceden a cualquier formulación positiva". Invita a un diálogo entre cristianos y musulmanes basado en el "consenso de los valores éticos fundamentales" como, por ejemplo, el valor de la familia y el respeto a la vida. Un punto de encuentro será la próxima "Jornada de
reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia del mundo" que tendrá lugar el 27 de octubre en Asís.
Queridos amigos musulmanes:
Me es grato saludarlos aquí hoy. Representantes de diversas
comunidades musulmanas presentes en Alemania. Agradezco de corazón al
profesor Mouhanad Khorchide por sus amables palabras, que me han
mostrado cómo ha crecido el clima de respeto y confianza entre la
Iglesia católica y las comunidades musulmanas en Alemania.
Berlín es un lugar propicio para un encuentro como éste, no sólo
porque aquí se encuentra la mezquita más antigua del territorio alemán,
sino también porque en Berlín vive el número más grande de musulmanes
respecto a todas las demás ciudades en Alemania.
A partir de los años 70, la presencia de numerosas familias
musulmanas ha llegado a ser cada vez más un rasgo distintivo de este
País. Sin embargo, es necesario esforzarse constantemente para un mejor y
reciproco conocimiento y comprensión. Esto no es sólo esencial para una
convivencia pacifica, sino también para la contribución que cada uno es
capaz de ofrecer a la construcción del bien común dentro de la misma
sociedad.
Muchos musulmanes atribuyen gran importancia a la dimensión
religiosa. Esto, en ocasiones, se interpreta como una provocación en una
sociedad que tiende a marginar este aspecto o a admitirlo, como mucho,
en la esfera de las opciones individuales de cada uno.
La Iglesia católica está firmemente comprometida para que se otorgue
el justo reconocimiento a la dimensión pública de la afiliación
religiosa. Se trata de una exigencia de no poco relieve en el contexto
de una sociedad mayoritariamente pluralista. Sin embargo, es necesario
estar atentos para que el respeto hacia el otro se mantenga siempre. El
respeto reciproco crece solamente sobre la base de un entendimiento
sobre ciertos valores inalienables, propios de la naturaleza humana,
sobre todo la inviolable dignidad de toda persona. Este entendimiento no
limita la expresión de cada una de las religiones; al contrario,
permite a cada uno dar testimonio de forma propositiva de aquello en lo
que cree, sin sustraerse al debate con el otro.
En Alemania, como en muchos otros países, no sólo occidentales, dicho
marco de referencia común está representado por la Constitución, cuyo
contenido jurídico es vinculante para todo ciudadano, pertenezca o no a
una confesión religiosa.
Naturalmente, el debate sobre una mejor formulación de los
principios, como la libertad de culto público, es amplio y siempre
abierto; con todo, es significativo el hecho que la Ley Fundamental los
formule de modo todavía hoy válido, a más de 60 años de distancia (cf.
Art. 4, 2). En ella, se pone de manifiesto, ante todo, ese ethos común
que fundamenta la convivencia civil y que, de alguna manera, marca
también las reglas aparentemente sólo formales del funcionamiento de los
órganos institucionales y de la vida democrática.
Podríamos preguntarnos cómo puede un texto, elaborado en una época
histórica radicalmente distinta, en una situación cultural casi
uniformemente cristiana, ser adecuado a la Alemania de hoy, que vive en
el contexto de un mundo globalizado, y marcada por un notable pluralismo
en materia de convicciones religiosas.
La razón de esto, me parece, se encuentra en el hecho que los padres
de la Ley Fundamental eran plenamente conscientes de deber buscar en
aquel momento importante un terreno sólido, en el cual todos los
ciudadanos pudiesen reconocerse. Al llevar a cabo esto, no prescindían
de su afiliación religiosa; es más, para muchos de ellos la visión
cristiana del hombre era la verdadera fuerza inspiradora. Sin embargo,
sabiendo que debían confrontarse con personas de una base confesional
diversa, o incluso no religiosa, el terreno común se halló en el
reconocimiento de algunos derechos inalienables, propios de la
naturaleza humana y que preceden a cualquier formulación positiva.
De este modo, una sociedad sustancialmente homogénea asentó el
fundamento que hoy reconocemos válido para un mundo marcado por el
pluralismo. Fundamento que, en realidad, indica también los evidentes
límites de este pluralismo: no es pensable, en efecto, que una sociedad
pueda sostenerse a largo plazo sin un consenso sobre los valores éticos
fundamentales.
Queridos amigos, sobre la base de lo que he señalado aquí, pienso que
es posible una colaboración fecunda entre cristianos y musulmanes. Y,
de este modo, contribuiremos a la construcción de una sociedad que, bajo
muchos aspectos, será diversa de aquello que nos ha acompañado desde el
pasado. En cuanto hombres religiosos, a partir de las respectivas
convicciones, podemos dar un testimonio importante en muchos sectores
cruciales de la vida social. Pienso, por ejemplo, en la tutela de la
familia fundada sobre el matrimonio, en el respeto de la vida en cada
fase de su desarrollo natural o en la promoción de una justicia social
más amplia.
También por este motivo, considero importante celebrar una Jornada de
reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia del mundo; y
llevaremos a cabo esta iniciativa el próximo 27 de octubre, a los 25
años del histórico encuentro de Asís, guiado por mi Predecesor, el Beato
Juan Pablo II. Con dicha reunión, mostraremos con sencillez que, como
hombres religiosos, ofrecemos nuestra contribución específica para la
construcción de un mundo mejor, reconociendo al mismo tiempo que, para
la eficacia de nuestras actividades, es necesario crecer en el diálogo y
en la estima recíproca.
Con estos sentimientos, renuevo mi cordial saludo y les doy las
gracias por este encuentro, que enriquece mi estancia en mi patria.
Gracias por vuestra atención.
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