Discurso - Ceremonia de bienvenida en el Castillo de Bellevue en el Viaje Apostólica (22-25 de septiembre de 2011)
Benedicto XVI ha pronunciado su discurso de bienvenida en presencia del Presidente Federal de Alemania, Christian Wulff, y por
la Canciller Angela Merkel, y otras autoridades civiles y religiosas.
Ideas del discurso: El motivo de su viaje es hablar de Dios a la gente. Destaca que "la religión es una cuestión fundamental para una convivencia lograda". Para que haya libertad es necesario que exista una referencia a una instancia superior y además: "la libertad no se puede vivir sin relaciones", esto incluye que "no es posible la libertad sin la solidaridad".
Señor Presidente Federal,
Señoras y Señores
Queridos amigos:
Me siento muy honrado por la amable acogida que me habéis reservado
aquí, en el Castillo Bellevue. Le estoy particularmente agradecido,
Señor Presidente Wulff, por la invitación a está visita oficial, que es
mi tercera estancia como Papa en la República Federal Alemana. Agradezco
de corazón las corteses palabras de bienvenida que me ha dirigido. Mi
gratitud se dirige también a los representantes del Gobierno Federal,
del Bundestag y del Bundesrat, así como a los de la
ciudad de Berlín, por su presencia, con la que expresan su respeto por
el Papa como sucesor del Apóstol Pedro. Y no por último agradezco a los
tres Obispos que me hospedan, el Arzobispo Woelki de Berlín, el Obispo
Wanke de Erfurt y el Arzobispo Zollitsch de Friburgo, así como a todos
aquellos que, en los diversos ambitos eclesiásticos y públicos, han
colaborado en los preparativos de este viaje a mi patria, contribuyendo
de ese modo a que todo salga bien.
Aunque este viaje es una visita oficial que reforzará las buenas
relaciones entre la República Federal de Alemania y la Santa Sede, no he
venido aquí para obtener objetivos políticos o económicos, como hacen
legítimamente otros hombres de Estado, sino para encontrar la gente y
hablarles de Dios.
Con relación a la religión hay en la sociedad una progresiva
indiferencia que, en sus decisiones, considera la cuestión de la verdad
más bien como un obstáculo, y da por el contrario la prioridad a
consideraciones utilitaristas.
Pero se necesita una base vinculante para nuestra convivencia, de
otra manera cada uno vive solo para su individualismo. La religión es
una cuestión fundamental para una convivencia lograda. "Como la religión
necesita de libertad, así la libertad tiene necesidad de la religión".
Estas palabras del gran obispo y reformador social Wilhelm von Ketteler,
del que se celebra este año el bicentenario de su nacimiento, son aun
actuales.
La libertad necesita de una referencia a una instancia superior. El
que haya valores que nada ni nadie pueda manipular, es la autentica
garantía de nuestra libertad. El hombre que se sabe obligado a lo
verdadero y al bien, estará inmediatamente de acuerdo con esto: la
libertad se desarrolla sólo en la responsabilidad ante un bien mayor.
Este bien existe sólo si es para todos; por tanto debo interesarme
siempre de mis prójimos. La libertad no se puede vivir sin relaciones.
En la convivencia humana no es posible la libertad sin solidaridad.
Aquello que hago a costa de otros, no es libertad, sino una acción
culpable que les perjudica a ellos y también a mí. Puedo realizarme
verdaderamente como persona libre sólo cuando uso también mis fuerzas
para el bien de los demás. Esto vale no solo en el ámbito privado, sino
también en el social. Según el principio de subsidiaridad, la sociedad
debe dar espacio suficiente para que las estructuras más pequeñas se
desarrollen y, al mismo tiempo, apoyarlas, de modo que, un día, puedan
ser autónomas.
Aquí en el Castillo Bellevue, que debe su nombre a la espléndida
vista sobre la rivera del Spree y que está situado no lejos de la
Columna de la Victoria, del Bundestag y de la Puerta de
Brandeburgo, estamos propiamente en el centro de Berlín, la capital de
la República Federal de Alemania. El castillo con su agitado pasado es,
como tantos edificios de la ciudad, un testimonio de la historia
alemana. Una mirada clara también sobre sus páginas oscuras nos permite
aprender de su pasado y de recibir impulso para el presente. La
República Federal de Alemania se ha convertido en lo que es hoy a través
de la fuerza de la libertad plasmada de responsabilidad ante Dios y
ante el prójimo. Necesita de esta dinámica que involucra todos los
ámbitos humanos para poder continuar a desarrollarse en las condiciones
actuales. Lo requiere en "un mundo necesita una profunda renovación
cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales
construir un futuro mejor" (Encíclica Caritas in veritate, 21).
Deseo que los encuentros durante las varias etapas de mi Viaje, aquí
en Berlín, en Erfurt, en Eichsfeld y en Friburgo, puedan ofrecer una
pequeña contribución sobre este tema. Que en estos días Dios nos conceda
su bendición.
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