Texto
27 Una vez conducidos, les hicieron comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, 28 diciendo: «¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre». 29 Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. 31 Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. 32 Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
40 los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. 41 Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre.
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Liturgia: III Domingo de Pascua (Ciclo C)
Breve catequesis sobre la esencia de la fe cristiana (Hch 5, 27-41)
Fuente: Homilía, 22 de abril de 2007
Los Apóstoles están ante el Sanedrín, ante la institución que, habiendo declarado a Jesús reo de muerte, no podía tolerar que ese Jesús, mediante la predicación de los Apóstoles, comenzara ahora a actuar nuevamente; no podía tolerar que su fuerza sanadora se manifestara de nuevo y, en torno a este nombre, se reunieran personas que creían en él como el Redentor prometido.
La acusación que se imputa a los Apóstoles es: "Queréis hacer que caiga sobre nosotros la sangre de ese hombre". San Pedro responde a esa acusación con una breve catequesis sobre la esencia de la fe cristiana: "No, no queremos hacer que su sangre caiga sobre vosotros. El efecto de la muerte y resurrección de Jesús es totalmente diverso. Dios lo hizo "jefe y salvador" de todos, también de vosotros, de su pueblo Israel". ¿Y a dónde conduce este "jefe"?, ¿qué trae este "salvador"? Él, dice san Pedro, conduce a la conversión, crea el espacio y la posibilidad de recapacitar, de arrepentirse, de recomenzar. Y da el perdón de los pecados, nos introduce en una correcta relación con Dios y, de este modo, en una correcta relación de cada uno consigo mismo y con los demás.
Esta breve catequesis de Pedro no valía sólo para el Sanedrín. Nos habla a todos, puesto que Jesús, el Resucitado, vive también hoy. Y para todas las generaciones, para todos los hombres, es el "jefe" que precede en el camino, el que muestra el camino, y el "salvador" que justifica nuestra vida. Las dos palabras "conversión" y "perdón de los pecados", correspondientes a los dos títulos de Cristo "jefe" y "salvador", son las palabras clave de la catequesis de san Pedro, palabras que en esta hora quieren llegar también a nuestro corazón. Y ¿qué quieren decir?
El camino que debemos seguir, el camino que Jesús nos indica, se llama "conversión". Pero ¿qué es? ¿Qué es necesario hacer? En toda vida la conversión tiene su forma propia, porque todo hombre es algo nuevo y nadie es una copia de otro. Pero a lo largo de la historia del cristianismo el Señor nos ha mandado modelos de conversión que, si los contemplamos, nos pueden orientar. Por eso podríamos contemplar al mismo san Pedro, a quien el Señor en el Cenáculo le dijo: "Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 32). Podríamos contemplar a san Pablo como a un gran convertido.
La acusación que se imputa a los Apóstoles es: "Queréis hacer que caiga sobre nosotros la sangre de ese hombre". San Pedro responde a esa acusación con una breve catequesis sobre la esencia de la fe cristiana: "No, no queremos hacer que su sangre caiga sobre vosotros. El efecto de la muerte y resurrección de Jesús es totalmente diverso. Dios lo hizo "jefe y salvador" de todos, también de vosotros, de su pueblo Israel". ¿Y a dónde conduce este "jefe"?, ¿qué trae este "salvador"? Él, dice san Pedro, conduce a la conversión, crea el espacio y la posibilidad de recapacitar, de arrepentirse, de recomenzar. Y da el perdón de los pecados, nos introduce en una correcta relación con Dios y, de este modo, en una correcta relación de cada uno consigo mismo y con los demás.
Esta breve catequesis de Pedro no valía sólo para el Sanedrín. Nos habla a todos, puesto que Jesús, el Resucitado, vive también hoy. Y para todas las generaciones, para todos los hombres, es el "jefe" que precede en el camino, el que muestra el camino, y el "salvador" que justifica nuestra vida. Las dos palabras "conversión" y "perdón de los pecados", correspondientes a los dos títulos de Cristo "jefe" y "salvador", son las palabras clave de la catequesis de san Pedro, palabras que en esta hora quieren llegar también a nuestro corazón. Y ¿qué quieren decir?
El camino que debemos seguir, el camino que Jesús nos indica, se llama "conversión". Pero ¿qué es? ¿Qué es necesario hacer? En toda vida la conversión tiene su forma propia, porque todo hombre es algo nuevo y nadie es una copia de otro. Pero a lo largo de la historia del cristianismo el Señor nos ha mandado modelos de conversión que, si los contemplamos, nos pueden orientar. Por eso podríamos contemplar al mismo san Pedro, a quien el Señor en el Cenáculo le dijo: "Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 32). Podríamos contemplar a san Pablo como a un gran convertido.
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