Benedicto XVI reflexiona muy brevemente sobre la parábola de la vid y los sarmientos como misterio de comunión con Jesús. La Virgen María es un camino seguro para permaneces unidos a Cristo. Por su proximidad recuerda las apariciones de Fátima y el atentado a san Juan Pablo II.
Queridos hermanos y hermanas:
En este V domingo de Pascua, la liturgia nos presenta la página del evangelio de san Juan en la que Jesús, hablando a los discípulos durante la última Cena, los exhorta a permanecer unidos a él como los sarmientos a la vid. Se trata de una parábola realmente significativa, porque expresa con gran eficacia que la vida cristiana es misterio de comunión con Jesús: "El que permanece en mí y yo en él —dice el Señor—, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). El secreto de la fecundidad espiritual es la unión con Dios, unión que se realiza sobre todo en la Eucaristía, con razón llamada también "Comunión". Me complace subrayar este misterio de unidad y de amor en este período del año, en el que muchísimas comunidades parroquiales celebran la primera Comunión de los niños. A todos los niños que en estas semanas se encuentran por primera vez con Jesús Eucaristía quiero dirigirles un saludo especial, deseándoles que se conviertan en sarmientos de la Vid, que es Jesús, y crezcan como verdaderos discípulos suyos.
Un camino seguro para permanecer unidos a Cristo, como los sarmientos a la vid, es recurrir a la intercesión de María, a quien ayer, 13 de mayo, veneramos particularmente recordando las apariciones de Fátima, donde en 1917 se manifestó varias veces a tres niños, los pastorcitos Francisco, Jacinta y Lucía. El mensaje que les encomendó, en continuidad con el de Lourdes, era una fuerte exhortación a la oración y a la conversión, un mensaje de verdad profético, considerando que el siglo XX se vio sacudido por destrucciones inauditas, causadas por guerras y regímenes totalitarios, así como por amplias persecuciones contra la Iglesia.
Además, el 13 de mayo de 1981, hace 25 años, el siervo de Dios Juan Pablo II sintió que había sido salvado milagrosamente de la muerte por la intervención de "una mano materna", como él mismo dijo, y todo su pontificado estuvo marcado por lo que la Virgen había anunciado en Fátima. Aunque no faltaron preocupaciones y sufrimientos, y aunque existen motivos de preocupación por el futuro de la humanidad, consuela lo que la "blanca Señora" prometió a los pastorcitos: "Al final, mi Corazón inmaculado triunfará".
Con esta certeza, nos dirigimos ahora con confianza a María santísima, agradeciéndole su constante intercesión y pidiéndole que siga velando sobre el camino de la Iglesia y de la humanidad, especialmente sobre las familias, las madres y los niños.
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