14 de mayo. San Matías

"Aquel día Pedro buscaba un testigo de todas estas cosas. De los dos que presentaron, y el cielo designó a Matías, y “lo asociaron a los once apóstoles” (Hch 1, 26)"




“En el libro de los Salmos está escrito: […] «que su cargo lo ocupe otro». Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección” (Hch 1, 20-22). Así habló Pedro, leyendo e interpretando la palabra de Dios en medio de sus hermanos, reunidos en el Cenáculo después de la Ascensión de Jesús a los cielos. El elegido fue Matías, que había sido testigo de la vida pública de Jesús y de su triunfo sobre la muerte, permaneciendo fiel hasta el final, a pesar del abandono de muchos. La “desproporción” de fuerzas en acción, que hoy nos asusta, impresionaba ya hace dos mil años a los que veían y escuchaban a Jesús. Desde las orillas del lago de Galilea hasta las plazas de Jerusalén, Jesús se encontraba prácticamente solo o casi solo en los momentos decisivos; eso sí, en unión con el Padre, guiado por la fuerza del Espíritu. Y con todo, el mismo amor que un día creó el mundo hizo que surgiese la novedad del Reino como una pequeña semilla que brota en la tierra, como un destello de luz que irrumpe en las tinieblas, como aurora de un día sin ocaso: es Cristo resucitado. Y se apareció a sus amigos mostrándoles la necesidad de la cruz para llegar a la resurrección. Aquel día Pedro buscaba un testigo de todas estas cosas. De los dos que presentaron, y el cielo designó a Matías, y “lo asociaron a los once apóstoles” (Hch 1, 26). (...
 
Extracto de la Catequesis sobre Judas Iscariote y San Matías, 18 de octubre de 2006 (***).

(...) "queremos recordar también a quien, después de Pascua, fue elegido para ocupar el lugar del traidor. En la Iglesia de Jerusalén la comunidad presentó a dos discípulos; y después echaron suertes: "José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías" (Hch 1, 23).

Precisamente este último fue el escogido y de este modo "fue agregado al número de los doce Apóstoles" (Hch 1, 26). No sabemos nada más de él, salvo que fue testigo de la vida pública de Jesús (cf. Hch 1, 21-22), siéndole fiel hasta el final. A la grandeza de su fidelidad se añadió después la llamada divina a tomar el lugar de Judas, como para compensar su traición.

De aquí sacamos una última lección: aunque en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrarrestar el mal que ellos realizan con nuestro testimonio fiel a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Publicar un comentario

0 Comentarios