Tema: Adviento; Jóvenes; Amor; Fe; Liturgia
"El amor
cuando es verdadero, tiende por su naturaleza al bien del otro, al
mayor bien posible, y no se limita a respetar sencillamente los empeños
de amistad asumidos, sino que va más allá, sin cálculos ni medida. Es justo lo que ha cumplido el Dios vivo y verdadero, cuyo misterio profundo nos es revelado en las palabras de San Juan: «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16). Este Dios en Jesús de Nazaret
asume en Sí a la entera humanidad, la entera historia de la humanidad, y
le da un viraje nuevo, decisivo, hacia un nuevo ser persona humana,
caracterizado por el ser engendrado por Dios y por tender hacia Él (cfr La infancia de Jesús, Rizzoli-LEV 2012, p. 19)".
"El que os llama es fiel", 1 Ts 5,24.
Queridos amigos universitarios:
Queridos amigos universitarios:
Las palabras del apóstol Pablo nos conducen a capturar el verdadero sentido del año litúrgico, que esta tarde iniciamos junto con la representación de las Primeras Vísperas de Adviento.
El entero camino del año de la Iglesia está orientado a descubrir y a vivir la fidelidad del Dios de Jesucristo que en la gruta de Belén se presentará ante nosotros, una vez más, en el rostro de un niño. Toda la historia de la salvación es un recorrido de amor, de misericordia y de benevolencia: de la creación a la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, del don de la Ley sobre el Sinaí, al regreso en patria de la esclavitud babilónica. El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob ha sido siempre el Dios cercano, que no ha abandonado nunca a su pueblo. Más veces ha padecido con tristeza la infidelidad, y esperado con paciencia el regreso, siempre en la libertad de un amor que precede y sostiene el amado, atento a su dignidad y a sus expectativas más profundas.
Dios no se ha cerrado en su Cielo, se ha inclinado sobre el acontecer del hombre: un misterio grande que llega a superar cada posible espera. Dios entra en el tiempo del hombre en el modo más inesperado: haciéndose niño y recorriendo las etapas de la vida humana, para que toda la nuestra existencia, espíritu, alma y cuerpo - como nos ha recordado san Pablo - pueda conservarse irreprensible y ser elevada a la altura de Dios. Y todo esto lo hace por su amor fiel hacia la humanidad. El amor cuando es verdadero, tiende por su naturaleza al bien del otro, al mayor bien posible, y no se limita a respetar sencillamente los empeños de amistad asumidos, sino que va más allá, sin cálculos ni medida. Es justo lo que ha cumplido el Dios vivo y verdadero, cuyo misterio profundo nos es revelado en las palabras de San Juan: «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16). Este Dios en Jesús de Nazaret asume en Sí a la entera humanidad, la entera historia de la humanidad, y le da un viraje nuevo, decisivo, hacia un nuevo ser persona humana, caracterizado por el ser engendrado por Dios y por tender hacia Él (cfr La infancia de Jesús, Rizzoli-LEV 2012, p. 19).
Queridos jóvenes, ilustres Rectores y Profesores, es para mí motivo de gran alegría compartir estas reflexiones con ustedes que aquí representan el mundo universitario romano, en el que confluyen, incluso en sus específicas identidades, las Universidades estatales y privadas de Roma y las Instituciones pontificias, que desde hace muchos años caminan juntas dando vivo testimonio de un fecundo diálogo y de colaboración entre los diferentes saberes y la teología. Saludo y agradezco al Cardenal Prefecto de la Congregación para la educación Católica, el Rector de la universidad de Roma "Foro Italico" y a su representante, por las palabras que me han dirigido en nombre de todos. Saludo con viva cordialidad el Cardenal Vicario y al Ministro de la Instrucción, de la Universidad y de la Investigación, como también a las muchas autoridades académicas presentes.
Con especial cariño los saludo a ustedes, queridos jóvenes universitarios de los Ateneos romanos, que han renovado su profesión de fe sobre la Tumba del apóstol Pedro. Ustedes están viviendo el tiempo de la preparación a las grandes elecciones de su vida y al servicio en la Iglesia y en la sociedad. Esta tarde pueden experimentar que no están solos: están con ustedes los docentes, los capellanes universitarios, los animadores de los colegios. ¡Está con ustedes el Papa! Y, sobre todo, están insertos en la gran comunidad académica romana, en la cual es posible caminar en la oración, en la búsqueda, en la comparación, en el testimonio al Evangelio. Es un regalo precioso para su vida; sabedlo ver como una señal de la fidelidad de Dios, que les ofrece ocasiones para conformar su existencia a aquella de Cristo, para dejarse santificar por Él hasta la perfección (cfr 1 Ts 5,23).
El año litúrgico que iniciamos con estas Vísperas también será para ustedes el camino en el cual, una vez más, revivir el misterio de esta fidelidad de Dios, sobre el que están llamados a fundar, como sobre una roca segura, su vida. Celebrando y viviendo con toda la Iglesia este itinerario de fe, experimentarán que Jesucristo es el único Señor del cosmos y de la historia, sin el cual cada construcción humana amenaza con desvanecerse en la nada. La liturgia, vivida en su verdadero espíritu, siempre es la escuela fundamental para vivir la fe cristiana, una fe "teologal", que los implica en todo su ser - espíritu, alma y cuerpo - para llegar a ser piedras vivas en la construcción de la Iglesia y colaboradores de la nueva evangelización. De modo particular, en la Eucaristía, el Dios viviente se hace tan cercano, que se hace alimento que sostiene el camino, presencia que transforma con el fuego de su amor.
Queridos amigos, vivimos en un contexto en el que a menudo encontramos la indiferencia hacia Dios. Pero pienso que en la profundidad de cuantos - también entre sus coetáneos - viven la lejanía de Dios, existe una nostalgia interior de infinito, de transcendencia. A ustedes la tarea de testimoniar en las aulas universitarias el Dios cercano, que se manifiesta también en la búsqueda de la verdad, alma de cada empeño intelectual. Para tal propósito expreso mi complacencia y mi estímulo por el programa de pastoral universitaria titulado: "El Padre lo vio desde lejos. El hoy del hombre, el hoy de Dios", propuesto por la Oficina de la pastoral universitaria de la Vicaría de Roma.
La fe es la puerta que Dios abre en nuestra vida para conducirnos al encuentro con Cristo, en el que el hoy del hombre se encuentra con el hoy de Dios. La fe cristiana no es adhesión a un dios genérico o indefinido, sino al Dios vivo que en Jesucristo, Verbo hecho carne, ha entrado en nuestra historia y se ha revelado como el Redentor del hombre. Creer significa confiar la propia vida a Aquel que sólo puede darle plenitud en el tiempo y abrirla a una esperanza más allá del tiempo.
Reflexionar sobre la fe, en este año de la fe, es la invitación que deseo dirigir a toda la comunidad académica de Roma. El continuo diálogo entre las Universidades estatales o privadas y aquéllas pontificias deja esperar en una presencia cada vez más significativa de la Iglesia en el ámbito de la cultura, no solo romana, sino italiana e internacional. Las Semanas culturales y el Simposio internacional de los docentes que se desarrollará en junio próximo, serán un ejemplo de esta experiencia, que espero pueda realizarse en todas las ciudades universitarias donde están presentes ateneos estatales, privados y pontificios.
Queridos amigos, «Aquel que los llama es fiel y hará todo esto» ( 1 Ts 5,24); hará de ustedes anunciadores de su presencia. En la oración de esta tarde nos encaminamos idealmente hacia la gruta de Belén para gustar la verdadera alegría de la Navidad: la alegría de acoger al centro de nuestra vida, con el ejemplo de la Virgen María y de San José, a aquel Niño que nos recuerda que los ojos de Dios están abiertos sobre el mundo y sobre cada hombre (cfr Zc 12,4). Los ojos de Dios están abiertos sobre nosotros porque ¡Él es fiel a su amor! Sólo esta certeza puede conducir la humanidad hacia metas de paz y prosperidad, en este momento histórico delicado y complejo.
También la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro será para ustedes, jóvenes universitarios, una gran ocasión para manifestar la fecundidad histórica de la fidelidad a Dios, ofreciendo su testimonio y empeño para la renovación moral y social del mundo. La entrega del Ícono de María Sedes Sapientiae a la delegación universitaria brasileña por parte de la Capellanía universitaria de Roma Tres, que este año celebra su veinteñal, es una señal de común empeño de ustedes, jóvenes universitarios de Roma.
A María, Sede de la Sabiduría, confío a todos ustedes y a sus seres queridos; el estudio, la enseñanza, la vida de los Ateneos; especialmente el itinerario de formación y testimonio en este Año de la fe. Las lámparas que llevarán en sus capellanías siempre sean alimentadas por su fe humilde pero plena de adoración, para que cada uno de ustedes sea una luz de esperanza y paz en el entorno universitario.
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