Audiencia - A los participantes en el III Congreso Mundial de Pastoral para los
estudiantes internacionales, promovido por el Consejo Pontificio de la
Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes, sobre el tema: Estudiantes internacionales y encuentro de las culturas (Roma, 30 de noviembre-3 de diciembre)
Benedicto XVI anima a los estudiantes a "aprovechar el tiempo de
vuestros estudios para crecer en el conocimiento y en el amor de Cristo,
mientras recorréis vuestro itinerario de formación intelectual y
cultural. Conservando vuestro patrimonio de sabiduría y de fe, en
la experiencia de vuestra formación cultural en el extranjero, podréis
tener una valiosa oportunidad de universalidad, de hermandad y también
de comunicación del Evangelio"
Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos estudiantes,
¡Queridos hermanos y hermanas!
Estoy muy contento de acogeros con ocasión del III Congreso Mundial de Pastoral para los estudiantes internacionales, organizado por el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes. Saludo y agradezco al presidente, monseñor Antonio Maria Vegliò, por las corteses palabras con las que ha presentado este encuentro. Saludo también a los superiores y a los oficiales del dicasterio y a cada uno de vosotros, que habéis venido aquí desde todas las partes del mundo, sobre todo de los países con mayor afluencia de estudiantes internacionales. Deseo expresar mi aprecio por el compromiso asumido en favor de que las jóvenes generaciones sean orientadas y apoyadas para perfeccionar su formación, afrontando los desafíos del mundo gobalizado y secularizado. Dirijo un particular saludo a los estudiantes universitarios aquí presentes, con la esperanza de que, después de ser destinatarios de esta especial atención pastoral, se conviertan en protagonistas de la misión de la Iglesia.
Destaco con gran interés el tema que habéis elegido para el Congreso: Estudiantes internacionales y encuentro de las culturas. El encuentro de las culturas es una realidad fundamental en nuestra época y para el futuro de la humanidad y de la Iglesia. El hombre y la mujer no pueden alcanzar un nivel de vida verdadera y plenamente humano si no es mediante la cultura (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Gaudium et Spes, 53); y la Iglesia está atenta a que la centralidad de la persona humana sea artífice de la actividad cultural que es su último destinatario.
Hoy, más que nunca, la apertura recíproca entre las culturas es el terreno privilegiado para el diálogo entre los que están comprometidos en la búsqueda de un humanismo auténtico. El encuentro de las culturas en el ámbito universitario debe ser, por tanto, animado y apoyado, teniendo como base los principios humanos y cristianos, los valores universales, para que ayude a hacer crecer a una nueva generación capaz de diálogo y discernimiento, comprometida a difundir el respeto y la colaboración por la paz y el desarrollo. Los estudiantes internacionales, de hecho, tienen la potencialidad de convertirse, con su formación intelectual, cultural y espiritual, en artífices y protagonistas de un mundo con un rostro más humano. Espero vivamente que haya buenos programas a nivel continental y mundial para ofrecer a muchos jóvenes esta oportunidad.
A causa de la carencia de formación cualificada y de estructuras adecuadas en la propia tierra, como también debido a las tensiones sociales y políticas y, gracias a los apoyos económicos para el estudio en el extranjero, los estudiantes internacionales son una realidad en aumento en el gran fenómeno migratorio. Es importante, por tanto, ofrecerles una sana y equilibrada preparación intelectual, cultural y espiritual, para que no sean presa de la “fuga de cerebros”, sino que formen una categoría social y culturalmente importante desde la perspectiva de su vuelta a casa como futuros responsables en los países de origen, y contribuyan a construir “puentes”, culturales, sociales y espirituales con los países de acogida. Las universidades y las instituciones católicas de educación superior están llamadas a ser “laboratorios de humanidad”, ofreciendo programas y cursos que estimulen a los jóvenes estudiantes en la búsqueda no solo de una cualificación profesional, sino también de la respuesta a la petición de felicidad, de sentido y de plenitud, que habita en el corazón del hombre.
El mundo universitario es para la Iglesia un campo privilegiado para la evangelización. Como destaqué en el Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado del próximo año, los ateneos de inspiración cristiana, cuando se mantienen fieles a su propia identidad, se convierten en lugares de testimonio, donde Jesús puede ser encontrado y conocido, donde se puede experimentar su presencia, que reconcilia, serena e infunde una nueva esperanza. La difusión de ideologías “débiles” en los diversos campos de la sociedad impele a los cristianos a un nuevo empuje en el ámbito intelectual, con el fin de animar a las nuevas generaciones a la búsqueda y el descubrimiento de la verdad sobre el hombre y sobre Dios. La vida del beato John Henry Newman, tan ligada al contexto académico, confirma la importancia y la belleza de promover un ambiente educativo en el que la formación intelectual, la dimensión ética y el compromiso religioso proceden unidos. La pastoral universitaria, por tanto, se ofrece a los jóvenes como apoyo para que la comunión con Cristo les conduzca a percibir el misterio más profundo del hombre y de la historia. El encuentro con los universitarios ayuda a descubrir y a valorar el tesoro escondido en cada estudiante internacional, considerando su presencia como un factor de enriquecimiento humano, cultural y espiritual. Los jóvenes cristianos, proviniendo de culturas distintas, pero perteneciendo a la única Iglesia de Cristo, pueden demostrar que el Evangelio es Palabra de esperanza y de salvación para los hombres de todos los pueblos y culturas, de todas las edades y de todas las épocas, como quise afirmar también en mi reciente Exhortación apostólica postsinodal Africae Munus (nn.134.138).
Queridos jóvenes estudiantes, os animo a aprovechar el tiempo de vuestros estudios para crecer en el conocimiento y en el amor de Cristo, mientras recorréis vuestro itinerario de formación intelectual y cultural. Conservando vuestro patrimonio de sabiduría y de fe, en la experiencia de vuestra formación cultural en el extranjero, podréis tener una valiosa oportunidad de universalidad, de hermandad y también de comunicación del Evangelio. Os auguro todo bien en los trabajos de vuestro Congreso y os aseguro mi oración. Encomiendo a María, Madre de Jesús, el compromiso y los generosos propósitos de todos los que cuidan a los emigrantes, en particular a los estudiantes internacionales, y de corazón os imparto a todos la Bendición Apostólica.
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos estudiantes,
¡Queridos hermanos y hermanas!
Estoy muy contento de acogeros con ocasión del III Congreso Mundial de Pastoral para los estudiantes internacionales, organizado por el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes. Saludo y agradezco al presidente, monseñor Antonio Maria Vegliò, por las corteses palabras con las que ha presentado este encuentro. Saludo también a los superiores y a los oficiales del dicasterio y a cada uno de vosotros, que habéis venido aquí desde todas las partes del mundo, sobre todo de los países con mayor afluencia de estudiantes internacionales. Deseo expresar mi aprecio por el compromiso asumido en favor de que las jóvenes generaciones sean orientadas y apoyadas para perfeccionar su formación, afrontando los desafíos del mundo gobalizado y secularizado. Dirijo un particular saludo a los estudiantes universitarios aquí presentes, con la esperanza de que, después de ser destinatarios de esta especial atención pastoral, se conviertan en protagonistas de la misión de la Iglesia.
Destaco con gran interés el tema que habéis elegido para el Congreso: Estudiantes internacionales y encuentro de las culturas. El encuentro de las culturas es una realidad fundamental en nuestra época y para el futuro de la humanidad y de la Iglesia. El hombre y la mujer no pueden alcanzar un nivel de vida verdadera y plenamente humano si no es mediante la cultura (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Gaudium et Spes, 53); y la Iglesia está atenta a que la centralidad de la persona humana sea artífice de la actividad cultural que es su último destinatario.
Hoy, más que nunca, la apertura recíproca entre las culturas es el terreno privilegiado para el diálogo entre los que están comprometidos en la búsqueda de un humanismo auténtico. El encuentro de las culturas en el ámbito universitario debe ser, por tanto, animado y apoyado, teniendo como base los principios humanos y cristianos, los valores universales, para que ayude a hacer crecer a una nueva generación capaz de diálogo y discernimiento, comprometida a difundir el respeto y la colaboración por la paz y el desarrollo. Los estudiantes internacionales, de hecho, tienen la potencialidad de convertirse, con su formación intelectual, cultural y espiritual, en artífices y protagonistas de un mundo con un rostro más humano. Espero vivamente que haya buenos programas a nivel continental y mundial para ofrecer a muchos jóvenes esta oportunidad.
A causa de la carencia de formación cualificada y de estructuras adecuadas en la propia tierra, como también debido a las tensiones sociales y políticas y, gracias a los apoyos económicos para el estudio en el extranjero, los estudiantes internacionales son una realidad en aumento en el gran fenómeno migratorio. Es importante, por tanto, ofrecerles una sana y equilibrada preparación intelectual, cultural y espiritual, para que no sean presa de la “fuga de cerebros”, sino que formen una categoría social y culturalmente importante desde la perspectiva de su vuelta a casa como futuros responsables en los países de origen, y contribuyan a construir “puentes”, culturales, sociales y espirituales con los países de acogida. Las universidades y las instituciones católicas de educación superior están llamadas a ser “laboratorios de humanidad”, ofreciendo programas y cursos que estimulen a los jóvenes estudiantes en la búsqueda no solo de una cualificación profesional, sino también de la respuesta a la petición de felicidad, de sentido y de plenitud, que habita en el corazón del hombre.
El mundo universitario es para la Iglesia un campo privilegiado para la evangelización. Como destaqué en el Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado del próximo año, los ateneos de inspiración cristiana, cuando se mantienen fieles a su propia identidad, se convierten en lugares de testimonio, donde Jesús puede ser encontrado y conocido, donde se puede experimentar su presencia, que reconcilia, serena e infunde una nueva esperanza. La difusión de ideologías “débiles” en los diversos campos de la sociedad impele a los cristianos a un nuevo empuje en el ámbito intelectual, con el fin de animar a las nuevas generaciones a la búsqueda y el descubrimiento de la verdad sobre el hombre y sobre Dios. La vida del beato John Henry Newman, tan ligada al contexto académico, confirma la importancia y la belleza de promover un ambiente educativo en el que la formación intelectual, la dimensión ética y el compromiso religioso proceden unidos. La pastoral universitaria, por tanto, se ofrece a los jóvenes como apoyo para que la comunión con Cristo les conduzca a percibir el misterio más profundo del hombre y de la historia. El encuentro con los universitarios ayuda a descubrir y a valorar el tesoro escondido en cada estudiante internacional, considerando su presencia como un factor de enriquecimiento humano, cultural y espiritual. Los jóvenes cristianos, proviniendo de culturas distintas, pero perteneciendo a la única Iglesia de Cristo, pueden demostrar que el Evangelio es Palabra de esperanza y de salvación para los hombres de todos los pueblos y culturas, de todas las edades y de todas las épocas, como quise afirmar también en mi reciente Exhortación apostólica postsinodal Africae Munus (nn.134.138).
Queridos jóvenes estudiantes, os animo a aprovechar el tiempo de vuestros estudios para crecer en el conocimiento y en el amor de Cristo, mientras recorréis vuestro itinerario de formación intelectual y cultural. Conservando vuestro patrimonio de sabiduría y de fe, en la experiencia de vuestra formación cultural en el extranjero, podréis tener una valiosa oportunidad de universalidad, de hermandad y también de comunicación del Evangelio. Os auguro todo bien en los trabajos de vuestro Congreso y os aseguro mi oración. Encomiendo a María, Madre de Jesús, el compromiso y los generosos propósitos de todos los que cuidan a los emigrantes, en particular a los estudiantes internacionales, y de corazón os imparto a todos la Bendición Apostólica.
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