Mensaje de Benedicto XVI a Bartolomé I

Mensaje - Al patriarca ecuménico Bartolomé I en la fiesta de San Andrés (30 de noviembre de 2011)

Benedicto XVI destaca que "el anuncio del misterio de salud a través de la muerte y la resurrección de Jesucristo debe ser hoy renovado con fuerza en las numerosas regiones que acogieron las primeras la luz, y sufren hoy los efectos de una secularización capaz de empobrecer al hombre en su dimensión más profunda"


“Que el Dios de la esperanza os llene de alegría y de paz en la fe” (Rm15, 13)

En la comunión de la fe que hemos recibido de los apóstoles y en la caridad fraterna que nos une, me uno de todo corazón a la celebración solemne que su santidad preside en la fiesta del apóstol y mártir san Andrés, hermano de Pedro y santo protector del Patriarcado ecuménico, para desear a su santidad, a los miembros del Santo Sínodo, al clero y a todos los fieles, una abundancia de dones celestes y bendiciones divinas. Mis oraciones, así como las todos los hermanos y hermanas católicos, acompañan las suyas para invocar de Dios, nuestro Padre, que ama a su Iglesia y la ha edificado en el cimiento de los apóstoles, la paz en el mundo entero, la prosperidad de la Iglesia y la unidad de todos los que creen en el Cristo. La delegación que le he enviado, guiada por mi venerable hermano el cardenal Kurt Koch, al que he confiado este mensaje de felicitación, es el signo tangible de mi participación y le ofrezco el saludo fraterno de la Iglesia de Roma.

Guardo en el corazón el recuerdo todavía bien vivo de nuestro último encuentro, cuando nos hicimos juntos peregrinos de la paz, en la ciudad de Asís, para reflexionar sobre la profunda relación que une la búsqueda sincera de Dios, de la verdad, y la de la paz y la justicia en el mundo. Doy gracias al Señor que me ha permitido reforzar con su santidad los lazos de amistad sincera y de fraternidad auténtica que nos unen, y de dar testimonio al mundo entero de la amplia visión que compartimos en cuanto a las responsabilidades a las que somos llamados en tanto que cristianos y pastores del rebaño que Dios nos ha confiado.

Las actuales circunstancias, ya sean de orden cultural, social, económico, político o ecológico, presentan a los católicos y a los ortodoxos exactamente el mismo reto. El anuncio del misterio de salud a través de la muerte y la resurrección de Jesucristo debe ser hoy renovado con fuerza en las numerosas regiones que acogieron las primeras la luz, y sufren hoy los efectos de una secularización capaz de empobrecer al hombre en su dimensión más profunda. Frente a la urgencia de tal tarea, tenemos el deber de ofrecer a la toda humanidad la imagen de personas maduras en la fe, capaces de reunirse a pesar de las tensiones humanas, gracias a la búsqueda común de la verdad, siendo conscientes de que el futuro de la evangelización depende del testimonio de unidad dado por la Iglesia y de la calidad de la caridad, como nos enseñó el Señor en la oración que nos dejó: “Que sean uno, para que el mundo crea” (Jn 17, 21). Es para mí un muy grande consuelo constatar que su santidad también, desde que fue llamado al ministerio de arzobispo de Constantinopla y de patriarca ecuménico, hace veinte años, ha tenido siempre presente la cuestión del testimonio de la Iglesia y de su santidad, en el mundo contemporáneo.

Santidad, en este día en el que celebramos la fiesta del apóstol Andrés, elevamos una vez más nuestra súplica ardiente al Señor para que nos conceda progresar en el camino de la paz y de la reconciliación. Que podamos, por intercesión de san Andrés y de los santos Pedro Y Pablo, santos patronos de la Iglesia de Constantinopla y de la Iglesia Roma, respectivamente, recibir el don de la unidad que nos viene de lo alto.

En estos sentimientos de fe, de caridad y de esperanza, le reitero, santidad, mi felicitación más ferviente e intercambio con usted un abrazo fraterno en Cristo nuestro Señor.

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